Amarte antes de conectar

Si algo nos enseña la vida es enfrentar la decepción, desilusiones, un cargamontón de nuestra juventud al tratar de experimentar con quien creemos es un ser eterno, que nos acompañará siempre.

Caemos en la vaga idea que será nuestro salvador, quien nos permita levantarnos. Y es que llegamos a un punto donde no podemos, o no queremos, circunstancias exclusivas. Incluso en la hipocresía de pedir todo el amor del mundo cuando ni siquiera somos capaces de conocernos, de mirarnos al espejo y reconocer nuestro reflejo como propio. Juzgarnos es inevitable y es necesario hacerlo.

Pedimos concretar con alguien sin importar cómo, cuándo y el porqué antes de concretar con nosotros mismos, saber quiénes somos y que estamos buscando. Lo pasajero lo transformamos en los más hermoso de nuestras vidas, llega la decepción o el fin de un puente y se nos derrumba cuál ladrillos cargados en una travesía lejana. Somos tan raros e impredecibles que el mundo de las relaciones es tan complejo pero hermoso.

Jamás olvidar que somos la prioridad, ese escalón es nuestro y siempre será el nuestro. ¿Egoísmo? llámalo mejor amor propio. Como alguna vez escuché: pides todo el amor de alguien pero no eres capaz de amarte a ti mismo, pierdes tiempo en enamorar a alguien cuando no inviertes en ti mismo. Diferenciar lo que es un cumplido y un compromiso.

Lo inesperado suena extravagante, es un punto de quiebre donde todos lo vivirán, pero jamás olvidar quienes somos. Por favor, que no quede en palabras, somos capaces de escribir textos o recitar poemas cuando no hay ni la más mínima acción en demostrar esas frases, hay límites hasta en los más estúpido que se nos puede ocurrir.

Eso es misión de cada uno, aprender a estar solo sin buscar un complemento por satisfacción propia. No esta mal enamorarse y vivir una relación, pero percibo que llegamos a perdernos a nosotros mismos y dependemos de esos mensajes o frases (Vaya ironía), chocar con lo que buscamos. Amate antes de querer conectar, ese es el primer paso.

Exigimos mucho olvidando la tolerancia y razón del porqué nos enamoramos, hasta caer al punto ciego de aburrirnos o no tener sensaciones internas.